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¿Qué me quedó de la salida al Mochuelo?

  • Foto del escritor: Admin
    Admin
  • 31 may 2018
  • 3 Min. de lectura

¿QUÉ ME QUEDÓ DEL MOCHUELO?

Como experiencia, fue algo que me enriqueció, no sólo desde la parte docente, sino desde la parte humana, pues esta abarcó una población completamente diferente a la que estoy acostumbrado en mi trabajo en el instituto de lenguas, lo cual implicó un reto, puesto que ya uno, con la monotonía del trabajo, hace algunos procesos, o mejor aún, dicta algunas temáticas de forma casi mecánica y dirigido a adultos, por lo que hablarles y llegarles a niños y a adolescentes hizo que el realizar las clases haya sido un tanto difícil.

Por este motivo, una de las grandes dificultades de la actividad llevada a cabo en el Mochuelo fue el desconocimiento general del contexto de los chicos, desde luego, se nos había informado grosso modo de la naturaleza de la actividad, sin embargo, el hecho de no haber interactuado con los chicos previamente causó que las actividades planeadas, pese a ser bien intencionadas, muchas fueran completamente descontextualizadas, lo cual significó, al menos desde el aprendizaje de una lengua extranjera, un impedimento, ya que para que el aprendizaje sea significativo y útil debe ligar la temática abordada con la realidad del estudiante. Pese a esto, los chicos realizaron bien las actividades propuestas y en cada una de las aplicaciones e igualmente se divirtieron.

¿Y LAS LENGUAS EXTRANJERAS?

El ejercicio docente muchas veces puede ser asimilado como jugar una ruleta, en algunas ocasiones la planeación de la clase sale tal cual como la pensamos, y otras veces, la mayoría, sale totalmente al revés, convirtiéndose en una mezcla casi a diaria entre alegría y frustración, pues hay momentos en que el profesor y el estudiante logran conectarse, y otras en que no.

Por todo lo anterior, la didáctica en la enseñanza de una lengua extranjera es un aspecto muy importante para analizar en actividades como esta, pues hay que tener en cuenta que los estudiantes están tratándose de comunicar en un código hablado que no es el de ellos, por lo que aspectos tales como, los afectivos (Timidez, disgusto por la lengua, etc.) o los metodológicos (la forma en que los profesores de sus colegios enseñan la lengua) hacen una gran diferencia en cuanto a los resultados de las diferentes actividades. Por tal razón, el hacer actividades que involucren todas las habilidades comunicativas (lectura, escritura, escucha y habla) dentro de las diferentes competencias lingüísticas (lingüística, sociolingüística y pragmática), hechas dentro de un marco didáctico apropiado (juegos, juegos de rol, etc) siempre van a hacer que el aprendizaje sea significativo para el estudiante.

Pese a esto, he observado a lo largo de mi experiencia como docente, cómo por ejemplo la política de bilingüismo del gobierno nacional no contempla la realidad de las escuelas del país, puesto que considera que todos los chicos, al terminar su educación secundaria, deberían estar en el nivel B1 del Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas –o MCER- (A2 al terminar la primaria), lo cual implica que deberían estar en condiciones de entablar una conversación en temas cotidianos, de forma coherente y fluida. Una realidad que no es común en estudiantes del sistema público de educación, como los chicos del Mochuelo, quienes, a comparación de aquellos que estudian en ciertos colegios privados, no están cerca de alcanzar las metas respecto al aprendizaje de una segunda lengua. Una situación que muestra, una vez más, la inequidad social en nuestro país.

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